Historias de donantes

Melissa: “No todos los días podemos hacer algo que pueda generar un impacto tan potente en la vida de alguien”

Justo unos días después de su cumpleaños, Melissa Marquardt supo que había resultado compatible con un paciente de cáncer de sangre y a inicios de este año viajó desde Valdivia a Santiago para donar sus células madre sanguíneas.

24/06/2022

“Un día me apareció una publicidad de DKMS en redes sociales, nunca había escuchado sobre la Fundación hasta que comencé a leer sobre lo que se trataba. Me interesó y en 2019 me registré como donante a través del sitio web.

Me motivó la posibilidad de poder ayudar a que alguien tenga una segunda oportunidad de vida, sea un niño o niña, joven o adulto. No todos los días podemos hacer algo que pueda generar un impacto tan potente en la vida de alguien. Y me inspira creer que tras todo lo difícil, doloroso y triste que ocurre en el mundo, aún hay fortaleza, esperanza y gentileza en las personas.

Soy psicóloga y trabajo en una universidad de mi ciudad apoyando a los estudiantes en temáticas psico-académicas. Además, al volver a mi casa, trabajo en la Red de Infancia por los niños, niñas y adolescentes que han visto vulnerados sus derechos. También realizo evaluaciones a las parejas que desean ser padres adoptivos, un trabajo que me apasiona mucho porque antes trabajé en residencias de niños y niñas, así que conozco su realidad, el afecto y protección que merecen.

El regalo

Justo unos días después de mi cumpleaños, me llamaron para decirme que había sido compatible, por eso lo vi como un regalo. Considerando que las probabilidades son bajas, al principio no lo podía creer, sentí mucha alegría.

Mis amigos y pareja me apoyaron siempre, pero al inicio mi mamá tenía muchas dudas y temores con respecto a la donación, por el desconocimiento y la falta de información sobre los trasplantes de células madre. Así que fue todo un trabajo con ella: hacerla leer los documentos, mostrarle videos para sensibilizarla con la temática e involucrarla en la decisión que yo tomé.

Afortunadamente, superó sus miedos, comprendió que es una decisión personal que me llevó a ser parte de algo trascendental en la vida de una persona, su familia y mi vida. De chiquitita me enseñó que, aunque uno no tuviera mucho, había que compartir lo que se tenía: la colación en los recreos, el paraguas cuando llueve. Para mi ser donante de células madre es eso, si caben dos personas bajo un paraguas fácilmente, ¿por qué dejar que el otro se moje con la lluvia?

La aféresis

A inicios de año, ella me acompañó a la donación, la que fue por aféresis e implicó estar cerca de seis horas conectada a una máquina, pero no fue doloroso ni invasivo. El pinchón en el brazo para extraer las células madre de la sangre no es nada diferente a cuando te sacan sangre para un examen médico de rutina.

Lo que da nervios es tener que administrarse unas inyecciones en los días previos para estimular la cantidad de células madre sanguíneas. Da susto pensar en ponerse una inyección en el abdomen, pero es tan pequeñita que ni se siente y las enfermeras dan consejos de cómo administrarla de la mejor manera. Durante todo el proceso me sentí muy acompañada y guiada. El equipo médico y los coordinadores estaban muy preocupados de que me sintiera cómoda.

Sin duda lo haría nuevamente, sea por aféresis o médula ósea, cuando uno tiene un compromiso con uno mismo es difícil negarse, más aún cuando la experiencia ha sido tremendamente gratificante. A la gente que tiene miedo les diría que se informen, lean, empaticen y se sensibilicen con una realidad de la que nadie está ajeno.

Me gustaría mucho en el futuro tener contacto o conocer a la persona a quien le doné, si es que el paciente y su familia también quieren. Sería una experiencia super potente y emocionante: ponerle una carita a este niño de Latinoamérica que tiene entre 10 y 12 años. Espero que reciba las células con la mente y el corazón abiertos porque van cargadas de buenas intenciones, amor y esperanza”.

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