Ante los 100 mil potenciales donantes registrados, en su cuarta columna el oncólogo del Hospital Clínico UC y miembro de la fundación reflexiona sobre el impacto de DKMS Chile para los pacientes con cáncer de sangre. Entre ellos, Matilde, quien hace unos años tuvo el primer contacto con su donante.
DKMS Chile llegó a un hito memorable: 100 mil ciudadanos se han inscrito para ser potenciales donantes de células madre sanguíneas y, de ellos, 100 ya han dado este invaluable regalo de vida a pacientes en Chile y el mundo.
Siendo un hecho importante pienso, inmediatamente, en que los hitos son metas que nos ponemos para alcanzar y celebrar. Sin embargo, la realidad de los que esperan el milagro de una segunda oportunidad solo se celebra cuando esta ocurre y sanan de enfermedades terribles como la leucemia. Para ellos, ese gemelo genético es una aguja en un pajar y la historia se escribe a partir de si encuentran o no un donante compatible.
A partir de este número mágico, es nuestra responsabilidad participar en esta cruzada inscribiéndonos, devolviendo el kit de registro y estando disponible si recibimos la llamada. Tú podrías ser el siguiente donante que le salve la vida a otra persona.
Los donantes chilenos estamos cambiando la historia del trasplante en el país. Desde que DKMS comenzó su actividad en Chile, la cantidad de pacientes que han recibido un trasplante de un donante adulto no emparentado en nuestro país se ha quintuplicado. En la actualidad, la probabilidad de que un paciente chileno encuentre un donante en DKMS Chile es de un 30%.
Aun así, siempre está el otro lado de la moneda: dos de cada tres personas que viven en Chile no encontrarán su donante en el país. Y, por la manera en que se distribuye la genética de la compatibilidad, necesitamos cada vez más donantes para subir ese porcentaje.
Otra realidad también destaca: por cada donación de DKMS Chile que ha ido a un paciente chileno, otra ha ido a un paciente de otro país, como si una moneda decidiera el destino de nuestra generosidad.
En esta red de solidaridad que no conoce de nacionalidades se desarrolló la historia de Matilde, una niña chilena que recibió un trasplante células madre de parte de Hazel, una mujer que vive en California, Estados Unidos. Ella trabaja en el Departamento de Policía de Fullerton y, acostumbrada a colaborar con su comunidad, se había inscrito en un registro de donantes norteamericanos.
Mucho tiempo después recibió una llamada, pidiéndole donar células madre para una niña que vivía en Sudamérica. Su primera reacción fue de extrañeza, ya que no recordaba haberse inscrito, incluso en un minuto pensó que era una broma. Sin embargo, al comprender de qué se trataba aceptó de buena manera.
Para Mati fue la salvación, ya que otros tres donantes compatibles con ella no estaban disponibles y Hazel era su última chance. Si en ese momento la mujer hubiese dudado, desconfiado o simplemente declinado, la historia de Mati tendría un final muy distinto.
En su decisión -contó más tarde a un medio local- estaba el hecho de tener dos hijas de edades similares a Mati. La reflexión era muy simple: si algún día, una de ellas llegara a necesitar esa donación, qué reconfortante saber que hay alguien allá lejos que le puede regalar la oportunidad.
Afortunadamente, el trasplante resultó y Mati pudo dejar el hospital, volver a su casa, a ver a sus amigos y retomar su vida escolar. Por su lado, Hazel siempre pensó: ¿Que habrá pasado con esta niña por cuyas venas ahora corría su sangre?
Dos años después del trasplante, los padres de Mati pidieron conocer a su salvadora. El registro envió a Hazel una carta en la que Mati le contó su historia, le agradeció y le dio su número de WhatsApp para saber si podían conocerse. Hazel iba con su hija en el auto y, emocionada, tuvo que detenerse para descargar esa aplicación que no conocía y hacer la primera de muchas videollamadas.
Al otro lado había una niña hermosa, su hermana de sangre. Por fin la decisión que había tomado Hazel cuando la llamaron del registro había resultado en el milagro esperado. ¡Tú puedes ser Hazel y al otro lado del teléfono ver a una Mati!