Paula Vargas es enfermera de la comuna de Arauco y triatleta por entretención. Hace algunos meses viajó a Santiago para donar sus células madre sanguíneas. “Es mi acto de agradecimiento al universo por todas las cosas lindas que hay en mi vida”, dice. Aquí, su testimonio.
Hace cuatro años que Paula Vargas (41) nada en aguas abiertas, pedalea y corre por montañas y vastas extensiones de tierra. La enfermera de Arauco divide su vida entre entrenamientos, su hijo Sebastián (12) y su trabajo de ocho de la mañana a cinco de la tarde en el CESFAM Laraquete. Fue ahí que, hace unos meses, recibió un llamado de DKMS que la emocionó: era la donante compatible de una persona que la necesitaba.
Un poco más de dos años habían pasado desde que se registró como potencial donante de células madre sanguíneas, una decisión impulsada por una casualidad. En el Centro Médico Aliwen -de propiedad de su ex marido y de ella en ese momento-, Sofía, la hija de su vecina, había sido diagnostica de Leucemia. “A su familia la conozco de toda la vida porque mi cuidad es pequeña. En febrero de 2019, ellos organizaron una campaña en Arauco, así que fui a registrarme encantada con la idea de ayudar”, recuerda.
“Ha sido una tremenda experiencia. Mi familia estaba emocionada y hasta los integrantes de mi equipo de trabajo me apoyaron en la preparación. Ha sido intenso y, a la vez, ha llenado mi alma de cosas bellas, siento que es mi acto de agradecimiento al universo por todas las cosas lindas que hay en mi vida”, describe.
Reconoce que susto no tuvo, ya que conocía el proceso de aféresis y respecto al covid-19 fueron tomadas todas las medidas indicadas por el Minsal. Su única preocupación era no poder entrenar. “Al conversar con el coach nos acomodamos al proceso. Yo entreno por mantenerme saludable, no por competir, así que no hubo inconvenientes”, cuenta.
Y agrega: “El proceso es bien impresionante, muy emotivo, cuando uno es madre estas cosas te llegan fuerte. La aféresis fue amigable, el personal hace todo lo profesional y humanamente posible para que uno lo pase de la mejor manera. Mi coordinador fue Pablo Jiménez, un amor de persona, todo el equipo te hace sentir especial e importante”.
Durante su donación admite que mantener su concentración fue clave. “Para alguien inquieta como yo no fue fácil estar sentada tantas horas, pero enfocada en el bien mayor lo pude lograr”, dice y agrega que, al terminar, “duelen los brazos harto, pero es soportable, la compañía es fundamental”.
Sobre lo que significó el proceso, sincera: “Donar me permitió trascender de una hermosa forma, mientras más das más recibes, así que me siento feliz y agradecida de corazón. Tengo toda la fe que mis células podrán ayudar a mi gemelo, van con mis mejores energías, con todas las líneas de finisher a las que he llegado, con todos los entrenamientos realizados, ironman, triatlones y carreras logradas, así que tengo fe que todo saldrá bien”.
Esos buenos deseos se los envió a un niño de entre 10 y 15 años, que vive en Latinoamérica. “Este regalo él también me lo dio a mí. Espero tenga una vida maravillosa, que se la merece por todo lo que ha pasado. La vida es hermosa y nos da estas oportunidades de crecer para ser mejores. Siempre podrá contar conmigo porque la vida nos unió para siempre”.
Paula Vargas en Torres del Paine después de 20 días de haber donado sus células madre sanguíneas.