Historias de donantes

A Sofía la esperaban

La estudiante de medicina se inscribió como potencial donante en DKMS y días después la llamaron. Era urgente. De una semana a otra vinieron los exámenes y la donación de células a través de su médula ósea. “Jamás pensé que había alguien esperándome”, asegura.

04/10/2021

Durante octubre buscamos llegar a los 100 mil potenciales donantes registrados y, mientras eso pasa, queremos destacar las historias de aquellos que han sido llamados para entregar una segunda oportunidad de vida. A continuación, el relato que Sofía Figueroa entregó en 2019.

Sofía Figueroa dice que llegó a DKMS por la universidad, por cosas del destino. Se inscribió junto a doce amigos. “Estaban todos pensando ‘bueno si me pasa a mí, sería bacán’”, recuerda la joven de 20 años. Le llegó el mail que confirmaba que sus datos ya se habían subido a la red y “ al otro día me llamó Felipe y me dijo ‘oye, eres la donante’”. Todo fue rápido porque el trasplante era urgente. A la semana siguiente se hizo los exámenes y diez días después vino la operación.

“Pensé que yo iba a entrar a esperar a alguien que me necesitara, que yo iba a entrar al registro y cuando alguien me necesitara yo iba a estar ahí para esperarlo. Jamás pensé que había alguien esperándome”, explica la estudiante de medicina.

Sofía resume la operación en pocas palabras: “Me durmieron, me sacaron un poquito de células madre, desperté, fin. Eso es todo”. Cuando estaba entrando a pabellón, Sofía trató de darle una intención a sus células para que saliera todo bien para quien las recibiera. “Me mentalicé mucho en mandarle mucho amor, mucha salud y todo lo bueno quizás que yo tengo”, indica.

Un lumbago la molestó levemente al día siguiente, pero dice que “lo haría diez veces de nuevo, todas las que pueda”. Y agrega: “Es loco decirlo, pero uno siente mucha alegría. Yo creo que cuando uno se inscribe nunca piensa que te van a llamar y tampoco pensé que me iba a generar tanta, pero tanta alegría”.

La sorpresa y el apoyo familiar

La familia de Sofía se enteró de todo cuando a ella la llamaron para anunciarle la compatibilidad con su donante. “Ni siquiera conté que me registré. No avisé nada, porque lo vi lejano”, asegura. Cuando tuvo que hablar con ellos, Sofía pensó en lo peor, como que su papá se iba a oponer. Sin embargo, su reacción fue todo lo contrario. “Lo primero que me dijeron fue ‘ya te inscribiste, ya está hecho y ahora tienes que hacerlo. Porque hay una mamá al otro lado que ya le dijeron que había un donante, no te puedes bajar’”, afirma. Incluso, su padre le confesó que estaba cumpliendo su anhelo: “Me dijo ‘yo siempre he querido ser donante y si tú lo puedes hacer en vida, es un sueño’”.

María Lina Orellana se reconoce aprensiva, pero frente a la donación entregó su permiso al tiro. “Cuando llegó la Sofía y me comentó esto accedí inmediatamente. Pensé en esa familia que podía perder su hija y dije ‘no’. Si tengo la bendición de tener hijos sanos, por qué no poder ayudar a otra familia”, establece la madre y agrega: “Cuando te cuentan esto, tú dices ‘no, mi hija va a ponerse en riesgo’, pero luego no. Va hablando contigo la doctora, los médicos, Felipe”.

Quien recibió las células de Sofía es una niña de siete meses. “No pensé que era tan chiquitita, jamás lo pensé. Creo que eso es lo que más emoción me da, que era alguien que tiene toda una vida por delante. Una historia que construir todavía y me gusta poder ser parte y darle la oportunidad de seguir construyéndola”, finaliza.


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